Hace falta una dirigencia que se plantee defender al ser humano y a la sociedad ante la automatización, la despersonalización tecnológica y el nuevo oscurantismo.
Hace falta una dirigencia que se plantee defender al ser humano y a la sociedad ante la automatización, la despersonalización tecnológica y el nuevo oscurantismo.

En este momento, el orden internacional está atravesando una lógica entrópica que podría conducir a la tercera guerra mundial – aunque sea interrumpida temporalmente. A su vez, muchos estados a través de gobiernos disruptivos, bordean los límites de la democracia y el estado de derecho.

Nos encontramos en una realidad que tiene una base estructural que la explica: la lucha entre las elites populistas y las elites humanistas. El concepto de “elite” que proviene del latín eligiere (elegir), se consolida en el francés élire (escoger, seleccionar) y esta es la base lingüística que pasa a la ciencia política en los estudios de Pareto, Mosca, Michels, Sartori y Albertoni en Italia, así como en la sociología norteamericana en los textos de Harold Lasswell y Wright Mills.

Este concepto siempre se lo asoció con una concepción alejada de la democracia y como concentración del manejo de los recursos materiales (clase dominante) y políticos (clase dirigente). Pero el más negativo de todos ellos es el que podemos denominar elite populista. Esta elite en su sentido y versión posmoderna es aquella que concentra dos elementos centrales: es anticientífica y anti humanista.

La primera característica, la anticientífica, tiene que ver con su construcción política en base a una ficción, a un relato, que tiene dos elementos: por un lado, un alto nivel de simplificación de la realidad que va contra la complejidad científica de explicarla. Por otro lado, la falsa conciencia de felicidad, que crea una narrativa de que los temas no requieren más que de una voluntad individual o grupal para resolverlos.

Por el contrario, la ciencia es “un conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente, falible” en palabras de Mario Bunge. Esta ciencia se inserta en un complejo sistema científico-tecnológico que en los países desarrollados es sustentado por el Estado que se articula con la educación, que hace que evolucione y se socialice. La elite populista no cree ella y la reduce a una técnica de resolución de problemas más que a conocimientos de verdad y emancipación social.

Tampoco cree en la evolución de la autoconciencia de la libertad, al decir de Hegel. Exalta una libertad impuesta y sin contexto social para que se imponga un darwinismo de facto que la historia ordenó a través de un estado constitucional de derecho. Aquí, la libertad se organiza, se divide en poderes públicos y se contemplan las diferencias de mayorías y minorías. Aquí, gobierna una razón social comunicativa según Habermas, enmarcada en una conciencia e igualdad colectiva.

La elite humanista, por el contrario, tiene un horizonte normativo y una referencia aspiracional, cultural y ética que coloca al ser humano en el centro de la reflexión, valorando su dignidad, su libertad, racionalidad y capacidad para crear, conocer y transformar el mundo.

En primer lugar, defiende la dignidad del hombre frente al oscurantismo (lo vemos en Petrarca, Erasmo de Rotterdam y Pico della Mirandola). En segundo lugar, se opone a la superstición, al absolutismo y a la ignorancia (tan presente en Voltaire, Kant, Diderot y Rousseau). En tercer lugar, sostiene que los valores se fundan en la experiencia humana, la empatía y el pensamiento crítico. En cuarto lugar, como humanismo cristiano, afirma la dignidad del hombre con libertad, conciencia y vocación trascendente (corazón de la Doctrina Social de la Iglesia y de pensadores como Jacques Maritain).

Finalmente, el neo-humanismo o humanismo digital se enfrenta a los desafíos como la inteligencia artificial, el transhumanismo y el cambio climático. Este plantea defender al ser humano y a la sociedad ante la automatización y la despersonalización tecnológica. Creemos que solo esta última elite humanista podrá salvar al mundo de su propia auto inmolación.

Dr. Juan Pablo Laporte
Publicado por primera vez en Clarín

Compartí este artículo

Suscribite a nuestro newsletter

Manténgase al día con las últimas entradas del blog. Nada de spam: lo prometemos.

Conectamos

© 2025 ESTUDIO ARG – ANÁLISIS DE RIESGOS GLOBALES. Todos los derechos reservados.